
Arroz Hecho a la Perfección
Cerca de medio mundo se alimenta principalmente de arroz. Conocido con el nombre científico de ORYZA SATIVA, el arroz es la semilla de un pasto nativo del subcontinente indio, que se domesticó en muchos lugares, de manera independiente y casi simultánea.
En América el arroz no se conoció hasta la llegada de los conquistadores. Para los indígenas, el sustento principal lo proveía el maíz. En México este último sigue siendo el centro de todas las comidas, desde el desayuno hasta lo que uno cena antes de irse a dormir.
El arroz encontró su camino del Asia hacia Europa, a través de un recorrido por Persia. Allí fue donde los árabes aprendieron a cultivarlo y cocinarlo. Los moros lo llevaron primero a España en el Siglo VIII y un poco mas tarde a Sicilia. Los españoles y los portugueses se encargaron luego de traerlo a las Américas durante los siglos XVI y XVII.
En Colombia la tradición del arroz tiene dos orígenes. Uno es el que aprendimos de los españoles con sus arroces adobados y coloreados con azafrán y el otro, posiblemente más importante, el de las preparaciones ancestrales africanas de arroz blanco, suelto y graneado. Ese arroz nunca ha faltó en la mesa de mi casa cuando yo era niña y sigue acompañando las comidas de mi familia hasta el día de hoy.
Durante años el arroz paradigmático, de granos independientes, sueltos, alargados, en una sola pieza, lo suficientemente tiernos como para ser capaces de absorber las salsas circundantes, pero no tan suave que pudiera convertirse en engrudo, me evadió. Eso fue antes de que llegara a mi cocina una olla arrocera.

Desde entonces, hacerlo es una ciencia exacta, con resultados previsibles.
La olla eléctrica del arroz me atrae por varios motivos. El primero es que siguiendo mi fórmula, todas las veces obtengo idénticos resultados. Otra es que me libera un fogón de la estufa que puedo usar para otros menesteres. Una tercera es que como la máquina funciona con un solo botón, no requiere de cuidados especiales y la puede manejar todo el mundo.

Yo siempre lavo el arroz. Incluso aquel que viene en un paquete que dice que no es necesario lavarlo. Mido la cantidad que voy a cocinar dentro de un recipiente y lo cubro con agua fría. Muevo los granos con cuidado para no romperlos y boto el agua. Repito esta operación hasta que el agua salga clara. Luego vierto el arroz lavado, dentro de un colador y lo dejo escurrir por lo menos diez minutos.
Agrego una taza y media de agua por cada taza de arroz que lavé, a la olla arrocera. A esto le añado media cucharadita de sal y una o dos cucharaditas de aceite de coco. Cuando el arroz está escurrido, lo añado a la olla, tapo y oprimo el botón. Espero veinticinco minutos y tengo un arroz hecho a la perfección.